
Y el dinero fue mi mano derecha, nos hicimos tan amigos, que mis amigos (y los no amigos) quedaron en pobreza de mi. Los abandoné, a ellos, a ellas, a mi felicidad y hasta a mi misma. La avaricia me consumió, y así consumí mi mundo. Y perdí.
Me miré en un espejo y de a poco se fue derritiendo, miré a mi alrededor y vi los escombros que dejé, y me decidí a reparar lo que fuese posible. Los niños lloraban al verme, yo también, la gente se ocultaba de mi, se ocultaba de las peleas, de la destrucción, de la avaricia, de la apariencia, de la maldad, del egoísmo y del peligro.