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La tentación jamás te derrota
Al caer el crepúsculo dejó caer una mano sobre mi hombro y la otra sobre mi cadera. Traté de fingir desconcentración y miré a mi alrededor; la gente se iba, todos al mismo tiempo, parecían escapar y yo me sentía parte de un momento planeado; aún así, me dejé estar.

Volví mi cara e identifiqué la suya, la examiné y consideré que todo en ella era perfecto. Lentamente rozó su nariz con la mía acariciandola tiernamente. Sentí su tibia respiración en mis labios, los abrí como concediendole un derecho y comenzamos a besarnos. Todo cambió; el mundo cambió de color y de sitio. No me sentía ahí. Mi lengua se acalambró y me precipité a morder mi labio. Él se detuvo. Me observó con una suave sonrisa, de esas que me contaban de su amor.

Intentó decirme algo en algún momento, pero lo impedí poniendo mi dedo sobre sus labios, lo bajé suavemente y lo besé otra vez; no había espacio para las palabras. Nos abrazamos; no hubieron lágrimas. Puso su mano sobre mi pómulo e inmediatamente sentí como si algo diera vueltas dentro de mí, o como fingir el no saber de que en realidad sí había algo.

"No tienes que huir" me susurró al oído. Negué con la cabeza y bajé la mirada hacia mis pies. Lo besé con tristeza y brío por última vez al mismo tiempo en que entrelazaba mis dedos con los suyos y apretaba su mano fuertemente. 

¿Sería el adiós? Dí media vuelta, despacio solté su mano, me acaricié a mi misma desde mi abdomen hasta mi vientre con angustia unos cuantos segundos y, con la cabeza en alto, seguí mi camino sin mirar atrás. Me observó en su traje de terno mientras yo me alejaba para no volver. Sé que él tampoco lo haría, simplemente no estaría ahí. Se alzó y desapareció.  
Luz
Recuerdo tan claramente esa fría tarde de aquel día en que el mundo se desmoronó por primera vez. Una llamada fué suficiente. Mi alma dió un grito de espanto. Corrí hacia mi jardín, el viento helaba hasta llegar a mis huesos y lentamente fuí sintiendo, fuí observando como mi piel se desvanecía en él. Mi cuello se ondeaba de lado a lado diciendo "no". Claramente, no fué mi mejor momento.


Entonces me pregunté qué haría yo ahí viendo la oscuridad entre tantos rayos incandecentes, cerré mis ojos en busca de culminar aquel pensamiento y luego me dediqué solo a respirar. Lentamente una melodía comenzó a resonar en mi cabeza; era bella y melancólica, tenía en mí la intensidad del momento. 

Consulté por ese sonido pero nadie más podía escucharlo. Corrí en busca de una hoja y un pequeño lápiz. Respiré profundamente y la melodía del momento comenzó a intensificar su sonido, y en aquel instante empezé a escribir sin abrir mis ojos, sin pensar en lo que plasmaba, solo lo dejé fluir.


Había cantado una canción, había creado la canción más bella, pero sólo yo podía sentirla, y escucharla, y amarla. Cada día del resto de mi vida canté esa canción; al dormir, al despertar, al caminar, siempre la cantaba y siempre resonaba. Fué mi mejor amiga. Nunca más sentí la soledad, y las cosas al desvanecerse sabían como levantarse junto a esa armonía de mi creación.


Entonces me pregunté qué habría hecho yo ahí viendo la oscuridad entre tanta luz. ¿Existía esa luz? Asentí.






            "Y es cuando todo ilumina tu camino"
Libro abierto
Mi lápiz ha torcido mi mano, se ha negado a dejarme escribir privandome de mi pasión y bloqueando así toda idea interesante para otra vez ahogarme en mis palabras, miles de palabras al aire que no han podido buscar su correcto orden. 

Mi lápiz mental se ha quebrado para decirme que en ocasiones es mejor callar lo que no todos deben saber, me ha mostrado otros caminos para poder gritar todo lo que ha querido cegarme. 

¿Mi lápiz puede hacer todo eso?


Mi lápiz ha estado en huelga por mucho tiempo. Que risa decir eso. ¿Qué es el tiempo? No creo en el tiempo, ni creo tampoco en los recesos. Puedo creer en lo que el tiempo me dicta si me alejo de mis palabras, o puedo cojer mis letras, embellecerlas y creer que ellas envejecen junto a mí en un tiempo ficticio creado para controlar mi cabeza. Puedo creer que hablo para ser escuchada, o simplemente puedo amar el saber que solo yo he sabido escucharme correctamente. Puedo pensar que lo entienden, o que solo lo leen y lo dejan ir sin cuestionarse un segundo, ¿o acaso lo hacen?
Me

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